Antes, durante y después del viaje de los pequeños en el carrusel D`Andrea que se instala con motivo de Titirimundi, a los pies del acueducto, podemos disfrutar observando los vuelos acrobáticos entre los arcos del acueducto, de cientos de vencejos. Los vencejos (Apus apus) suponen la adaptación extrema de las aves a la vida aérea; comen insectos al vuelo, copulan y duermen mientras vuelan, posándose sólo para la nidificación.
El vencejo presenta silueta en forma de ballesta, cola corta y ahorquillada, y alas estrechas y largas. Posee pico corto, plano y con la boca muy ancha; patas extremadamente cortas y pies pequeños y de fuertes garras, con los cuatro dedos dirigidos hacia delante que le impiden posarse en el suelo o en los cables (a diferencia de las golondrinas y los aviones comunes). Muestra coloración uniforme de tono pardo oscuro, casi negro, excepto en la garganta, que es blanca; la cara inferior de las alas resulta un poco más pálida. Ambos sexos son iguales.
Se trata de una especie estival en España, y migrador de larga distancia, con áreas de invernada en África meridional. Su enorme capacidad de desplazamiento le permite movimientos de hasta 1.000 kilómetros en un solo día. Aunque empieza a regresar a España desde mediados de marzo, la ocupación de las colonias como la de Segovia, acontece bien entrado abril y en mayo. Abandona casi todas las colonias de cría a final de julio y en agosto -septiembre pasan el Estrecho de Gibraltar camino de África.
Aunque su presencia en la Plaza del Azoguejo es casi constante en los meses de mayo, junio y julio, ya que anidan entre las grietas y huecos del acueducto, son aves de gran movilidad y pueden producirse cambios en sus manifestaciones aéreas según la hora del día y el tiempo atmosférico. Con buen tiempo, los bandos son muy visibles a primera y última hora de la jornada y casi desaparecen al mediodía. Con tiempo frío, lluvioso o ventoso, pueden desaparecer todo el día.
Es un especialista en la captura de pequeños insectos voladores, el denominado aeroplancton. El método utilizado para ello es el barrido en vuelo, con la boca abierta a modo de cazamariposas. Como curiosidad, en el año 1999 se llevo a cabo una intensa restauración del acueducto para lo cual fue necesario colocar andamios a ambos lados del monumento. Ese verano los vencejos no pudieron volar entre sus arcos, lo que ocasionó la proliferación de miles de mosquitos en la ciudad.
Su canto forma parte del paisaje sonoro veraniego de la ciudad de Segovia. Mientras vuelan, sobre todo en los atardeceres de los días más cálidos, emiten repetidamente un chillido breve, monótono y agudo. Macho y hembra pronuncian sonidos distintos — suiií las hembras y sriií los machos—, que al proferirse conjuntamente dan lugar al canto típico de la especie.